- ¿Crees en las casualidades?
- Ahora si.
- ¿Y qué es lo te hizo cambiar de opinión?
- Piensa un poco anda...
- Mmmm... ya se. ¿Conocernos?
- Bueno, aunque es presuntuosa, podría ser la respuesta correcta, eso también fue una preciosa casualidad, pero no, no me refiero a eso.
- ¿Entonces?
- Todo lo demás.
- ¿Todo lo demás? ¿A qué te refieres? Pero si acabamos de conocernos, no hay todo lo demás.
- Ajám, por eso.
- No lo entiendo.
- ¿Y eso importa? ¿Realmente necesitas entenderlo ? ¿O más bien crees necesitarlo?
- Se llama curiosidad.
- ¿Y donde vive?
- En la calle inquietud, es vecina de la ilusión, a menudo la visita, para que no se quede dormida, es algo perezosa...
- Diles que tengan cuidado, creo que doña Rutina está pasando revista... Pero ¿Y bien...? No has respondido a mi pregunta.
- Lo hacía con mis palabras, veamos, realmente no creo que lo necesite.
- Entonces déjalo. Y disfruta.
- Pero tú tampoco has respondido a mi pregunta.
- ¿No? Yo creo que si, pero escribiré sobre ello.
- ¿Escribirás sobre mi?
- No quieras adueñarte de algo tan grande.
- No es adueñarme, sería algo así como ser tu musa.
- ¿Mi musa?
- Si.
- Que manía de poner nombres estúpidos a las cosas más bonitas.
- A mi me parece bonito.
- Pero no deja de ser estúpido, al poner nombres, ponemos límites.
- Los límites sirven de referencia, podemos ajustarnos, o ser un poco más valientes y sobrepasarlos.
- Poner límites a la inspiración es cortar las alas a una ave, tan sólo le quedaría arrastrarse.
- Como las serpientes.
- Exacto. Dejar de ser lo que de verdad se es, para ser lo que esperan que seamos.
- ¿Siempre analizas todo?
- No, es casualidad.
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