lunes, abril 6

Memories Collector.

"El tren se ha vuelto a poner en marcha.

Agarro la caja con fuerza y me acuerdo de que no se a donde voy. Eso tampoco me preocupa demasiado... Me preocupan más los lugares a los que no voy, saber si la proxima estación en la que tampoco me voy a bajar me gustaría más que la siguiente.

El riesgo es algo incomodo de llevar, tanto, que a veces pienso que los viajes en tren deberian tener una sola parada, un origen y un destino, como los aviones. Pero no...

¿Por qué nadie me hablo del lado oscuro de la libertad?

Supongo que poca gente puede hacerlo. Ser responsable de tus miserias es algo desagradable, demasiado para demasiada gente. Todo el mundo coje el mismo avión, cuando el tren sólo para una vez puede gustarte más o menos la estación, te puedes quejar de la ciudad y maldecir el país en donde te has bajado...

Pero tu conciencia está tranquila.

El peso de la responsabilidad se lo otorgas a un ser enorme y monstruoso llamado sociedad. Te lavas las manos con agua putrefacta, y te mueves ligeramente por la única estación donde te han dejado bajar.

No, no culpo a nadie, porque todo tiene su precio y su explicación.

Era verano, faltaba poco para el anochecer, mis padres había salido y sentí la agradable sensación de no tener unos ojos clavados en la espalda, y fui corriendo a coger mi bicicleta roja en el garaje. Tenía terminantemente prohibido salir del pueblo, siempre había obedecido en eso... pero ese día dejé de hacerlo. Sabía lo que me esperaba al volver, pero por alguna razón esta vez no fue suficiente. Reconozco perfectamente el trayecto que hice, fueron unos pocos kilómetros pero a mi me pareció una barbaridad.

Por primera vez en mi vida tuve conciencia de ser libre, de tener todo un mundo por delante, toda una vida.

Nunca he vuelto a tener esa sensación tan intensa y virgen. Y se que cada vez que por algún motivo me siento libre, me remito a ella. Ojala pudiera recordar lo que sentí, lo que vi, lo que me pareció ver, pero sólo en sueños soy capaz de revivirlo.

El mundo de los sueños es al que realmente pertenezco, el que definitivamente me diferencia de los demás. Todo existe en su forma más pura, usa los símbolos gracias a los cuales en una primogénita experiencia mi mente le dió una cara, una forma o una palabra que ya existia.

Es el mundo del sentido, del entendimiento, del concepto interiorizado, de lo que en definitiva he llegado a crear y a ser.

Una vez, tendría yo 5 años, con mi padre, nos encontramos a dos ratones en el suelo, no se movían, no hacían ruido, no hacían nada. Le pregunté a mi padre que por qué estaban allí quietos y el me contestó que se habían ido al cielo.

Que tontería... si estaban allí en el suelo.

Entonces entendí que al ser aplastados se habían convertido en pájaros, aquellos pájaros que volaban de un lado a otro sin un rumbo aparente, y que se paraban en los árboles del patio trasero para explicarnos su trágica historia cada mañana.

Todo tenía sentido...

Cuando murió mi abuela además, comprendí que todos nos convertiríamos en pájaros un día, no era mal destino aunque yo nunca he sido un gran amigo de las alturas. Pero un día, me encontré con un pájaro muerto... no lo entendí.

Se me vino el mundo abajo. Puto pájaro...

Me enfrenté cara a cara por primera vez con la nada, el vacío, el ya no ser más, la religión ya no servía para nada a partir de aquella imagen. Volví a la categoría de ratón por aplastar, alguien que sueña con pájaros cada vez que teme a la muerte,

A menudo me gusta buscar fotos viejas, cuanto más viejas mejor. Y analizo minuciosamente cada expresión de esas personas ya ausentes. Intento imaginar que estarían pensando en ese momento, que les habría ocurrido ese día, que esperaban de la vida, con qué se encontraron.

La complicidad que siento al mirar cualquier conducta humana es siempre más intensa que la repulsa que me pueda causar.

No, no voy a ser yo quien descubra como debemos comportarnos. No voy a concretar, no voy a hacer el ridículo como otros muchos antes. La melodía suena una y otra vez, y nosotros nos tapamos los oídos para entender, cuando lo que tenemos que hacer es escuchar. Recordar que la melodía que oyes no es la misma que la de los demás, y obedecerla. Si eres capaz de entender eso, ya lo tienes todo. Podrás crear, ver la obra completa, y llegar al final antes que a la muerte, no al revés.

Y precisamente, porque no quiero morir antes de acabar agarrándome a la vida con la sensación de haber dejado cosas por hacer es por lo que me voy.

A los 24 años soy demasiado joven para pensar ya en lo que podría haber ocurrido en lugar de lo que puede ocurrir. El día que deje der es así, es porque me he dejado algo en el camino, y no quiero volver una y otra vez a ese día en el que me dejé los sueños.

Nadie se merece esa tortura.

Recuerdo perféctamente el tiempo en el que mis padres construyeron la casa del pueblo, yo debía tener entonces 10 u 11 años. Los suficientes como para percibir la ilusión con la que se ponía cada ladrillo.

Lo percibía, pero no lo entendía. ¿Por qué tenía que ir con mi padre al río a recoger cada de las piedras con las que se cubrió el suelo del jardín en lugar de comprarlas? Esa casa, esas calles y ese bosque lo eran todo para mi padre. Eran la culminación de un sueño, la recompensa a toda una vida de trabajo.

A veces se levantaba cuando todo estaba aun oscuro, salía a la terraza y cuando el sol estaba a punto de salir nos despertaba a mi y a mi madre. Cuando me dicen que me parezco a él, me acuerdo de esos momentos y me siento orgulloso.

Desde la terraza, mirando al este, está el bosque en el que tanto le gustaba pasear y perderse, el mismo en el que tomaba las decisiones importantes con mi madre. Y en el que nos enseñó, primero a mi hermano y más tarde a mi, a andar en bicileta.

La belleza, no sólo estética, sino también simbólica de ver salir el sol por encima de esos árboles, era la felicidad.

Momentos de silencio y de eternidad, complétamente ajenos al martilleo del tiempo.

El otro día, después de muchos años volví al bosque, necesitaba reconciliarme conmigo mismo. Y tomar alguna decisión de una vez. Lo que me encontré sin embargo, no era lo que esperaba. Me dió la sensación de estar a las puertas del mismísmo infierno. A ambos lados del camino del que aprendí un día a andar en bicicleta, se extendía la nada. Habían cortado casi todos los árboles, sentí miedo y mucha impotencia.

Era injusto que yo tuviera que verlo, por primera vez en mi vida me alegré de que mi padre no estuviera vivo. El tuvo la suerte de haber muerto con un lugar al que poder ir y quedarse allí para siempre...

Nunca, hasta ese momento, había tenido una noción tan clara de lo que es el cielo y el infierno.

Al ver ese cadaver a mi alrededor me di cuenta, de como los sueños cambian generación tras generación. De como nacen y como mueren. Me di cuenta que el bosque, que tenía un significado absoluto y final para mi padre, para mi sólo debe tener un significado matricial.

Un origen a partir del cual yo he de buscar mi propio bosque, porque yo se que existe, aunque no sea de árboles...

El tren se ha vuelto a poner en marcha. Miro por la ventana y veo como se mueven los colores, como se mezclan e intentan llamar mi atención. Un click de mi ojo es suficiente para su inmortalidad en esta carnicería llamada mundo. Dónde nada es lo que fue hace cinco minutos.

Y no se la voy a conceder tan alegremente. Sueño mientras recuerdo, pero tambien recuerdo mientras sueño. La imaginación tan solo colorea cuadros que queremos volver a ver.

Estoy en el dificil momento de selección y criba. Y no puede haber espacio para recuerdos compartidos por millones de telespectadores. Ni miles de turistas, ni cientos de vecinos, ni tan siquiera decenas de pasajeros.

Estamos hablando de mi vida, joder.

Los recuerdos que llevo conmigo, los que tiran de mi, los que intento disimular....

Me caben en una caja de zapatos. Una caja que un día estuvo vacía, y que voy llenando poco a poco de pistas. A las que tengo que ser fiel para completar así algún día mi colección."





1, 2, 3 y...

1 comentario:

Anonymous dijo...

Puto pájaro.